Tuesday, August 2, 2022

Bitácora de vuelo. Es 2022.

 De los eventos relatados no hay mucho qué hablar. El que redacta es otro, con un contacto ya casi nulo con quien redactó los puntos anteriores. Definitivamente no conserva los rubros positivos pero por increíble que pudiese parecer, los negativos ya son menos.

Voy al gimnasio y me encanta. Y no es una moda. ¿Y no es una moda?. Tengo tres meses enteros yendo y los pies no arrastran: piso feliz uno detrás del otro y no diré más del tema.

El trabajo va excelente. Tal como se espera, no disfruto lo que hago pero lo hago bien y pagan muy bien por hacerlo. Estoy en el 1% afortunado de percibir más de lo que merece, y no hay nada qué pedir al respecto.

Con A. estoy bien. Compramos una casa a crédito y al menos dos años estaremos pagando furiosamente para dejar de lado la deuda. La casa está en un lugar muy bonito, y es esquina y tiene un espacio enorme donde los gatos son felices. ¿Qué más podemos pedir de esa casa?..

..

Podría seguir describiendo qué va bien y qué no va bien. La parte que no va muy bien conmigo es que lo que respecta a mi soy una versión madurada y pulida del anterior, y no es ésta la versión que más prefiero. Es el avatar más presentable allá afuera porque es lo que la vida profesional exige, pero no se me ocurre una versión más blanda y aburrida de mí mismo. Ni siquiera es que desee regresar al desmadre anímico de los 23, pero incluso a los 32 algo de diversión me quedaba. Creo que vamos a ir a ..¿Islandia..?



Wednesday, April 8, 2020

Es temporal

Se está volviendo algo complicado, A. Recién ayer llegué con la intención de cargar el celular y ya ves que me quedé dormido hasta las 2am. No vimos BCS, y espero que no lo hayas visto sola.
Mi problema con hablar de los miedos es que es poco común que resulte algo bueno de ello, ¿qué tal que uno mis miedos sea algo en que no hayas pensado pero que sea tan razonable como para ahora sí comenzar a pensar en ello con regularidad? Ese como peor escenario, pero incluso en el mejor escenario compartir el miedo te pone en una desventaja enorme.
Qué difícil es escribir. Entre más tiempo pasa desde que dejé de leer, redactar en modo libre más se convierte en tres minutos de corregir por cada minuto de avanzar.
En lo de salud estoy consciente del riesgo: a la vez, no veo muchas opciones. Ellos conocen mi postura y al menos ponerla sobre la mesa a tiempo me desprende de la carga anímica que implica ser el rostro de una decisión que a mi gusto es equivocada. Al mismo tiempo hay un pensamiento recurrente de “¿y si en realidad yo estoy exagerando?, ¿y si todos estamos exagerando?, ¿y si nunca conozco a nadie que se enferme y gradualmente todos se dan cuenta de un claro ejemplo de falsa alarma y vuelvan las cosas a la normalidad?”. En inglés le llaman wishful thinking y me pasa mucho en la vida: siempre me sorprendo pensando cosas tan positivas como absurdas, pero hoy en particular quisiera no equivocarme y que las cosas no cambiaran tanto.
¿Cuándo crees que todo esto pase? Estuve viendo los vuelos a Tijuana y siguen igual los precios. Ojalá podamos ir a Los Ángeles pronto.
Creo que el punto de escribirte es asegurarte que las cosas eventualmente van a estar bien. Se lo escribía a Daniela hace unas semanas en su face: volveremos a salir, volveremos a Puerta, nos los volveremos a topar en los chilaquiles y terminará la pausa. ¿No tienes unas ganas penosas de volver a ver gente que no hemos visto en mucho tiempo?..

Wednesday, December 27, 2017

de los blogs

Una nota rápida del año 2004 y de sus blogs. No les voy a hablar de Xanga, porque aquello era un universo aparte por sí mismo, pero sí les quiero hablar de unos blogs que eran incluso mejores: los que no tenían audiencia. Los que eran (como Nydia algún día los describiera) exactamente lo mismo que una hoja nueva del Word que nadie iba a leer, pero colgados en Internet.

Uno de ellos era el blog de Kurt Online, un madrileño que no era nadie excepcional (esto será un no-adjetivo sí-recurrente más adelante) pero a través del cual conocí la magia que tienen en España para crear textos profundísimos viniendo de situaciones muy cotidianas. Una clase enorme para ahondar en los detalles de aquellas cosas que hoy no consideraríamos ni por atisbo describir porque le restan ritmo a la velocidad de lo que hoy se estila en el micro-blogging. A continuación un muy breve pasaje, porque el Jonathan de hace 14 años tenía la magnífica costumbre de enviarse algunas entradas por correo para leerlas más adelante:

"(...)un lugar precioso, céntrico y con auténtico encanto lisboeta, a juego con una auténtica cama de los gnomos. De metro ochenta de largo por un metro de ancho era el lugar donde Kurt (1,83m, 92 kg) y Nate (1,89m, 91kg) se suponía pasarían 4 noches. Y lo conseguimos, vaya si lo conseguimos. Aunque, haciendo cuentas posteriormente, descubrimos que nos habría salido más barato ir al Sheraton Lisboa que la pila de sesiones de fisioterapeuta y shiatsu que necesitamos para volver a tener las vértebras (más o menos) alineadas.
The Hempel (Londres) es un palacio en Kensington (cerca de donde vivía la que se murió), decorado a la japonesa, todo blanco, minimalista y zen. Cada (carísima) habitación tiene (y no exagero), entre sábanas, toallas, cojines, edredones y mariconadas en telas varias, unas doscientas unidades. Y en el baño todos los productos son de Kenzo, hay sala de tai-chi, zonas de meditación y un jardin de piedras disponible para hacer lo que sea que se haga en él. Es como 2001unaodiseadeleespacio en un palacio del siglo XIX, y con mogollon de ikebanas además. Aburrido es poco, así que tirando de taxi, me lancé a descubrir los antros nocturnos más desquiciados y desrecomendables de esa ciudad (sí, ¿qué pasa? A veces me da por ahí, ¿algún problema?) . Cuando llevé a mi ligue (de aquella única, sucia y londinense noche), el clásico hooligan bestia, malencarado, bronco y desechable, al Hempel, nada más entrar en el vestíbulo impoluto se le pusieron los ojos como platos y me miró con una cara del tipo "Oh, Dios mío, eres un marciano, esta es tu nave nodriza y voy a ser abducido. Ten piedad de mi!!!!". Eso sí, el educadísimo y fantasmagórico personal del hotel ni se inmutó cuando me vió aparecer con semejante integrante del Londres más patibulario."
El tema es que Kurt "desapareció" de la escena por allá del 2006, a sus 29 años. Con una saludable cantidad de lectores que se reflejaban en una media de 50 comentarios por entrada. 50 comentarios que eran realmente comentarios, con una longitud que para nosotros eran apenas párrafos pero que hoy consideraríamos e-mails enteros. Lo que atrás cito de su entrada respecto a los hoteles en que tuvo que hospedarse en unas vacaciones apenas llega al 15% de la totalidad de un texto que ahora mismo he vuelto a leer a totalidad porque vale la pena, porque cada adjetivo cabía, y si no cabía no había mayor problema porque lo mismo le dedicamos dos horas a leer cada entrada y dos horas a leer los textos de los demás.

Ahora, y respecto a la contradicción: anteriormente dije que aquellos blogs no tenían audiencia y después digo que a Kurt lo leían 500 y le comentaban 50, pero es que era (y aquí me falta cabeza para explicarlo) otro mundo. Otro tiempo. Uno no escribía por likes y retweets, escribía porque la medida de satisfacción no era la reacción causada en los demás, sino la comodidad personal con el texto resultante. El apreciar si lo escrito al final era semejante con lo que inicialmente se quería dejar plasmado y hasta entonces (y no antes) celebrarlo. Y estoy muy consciente de que lo anterior no es llanto nuevo y que decenas habrán apuntado ya lo mismo que lamento yo, pero es que es cierto: el blogging murió una muerte tristísima a comienzos de esta década.

Luego había otro, un estadounidense llamado Roland que trabajaba en una carnicería en Oregon y tenía una página personal donde las entradas de su blog estaban convenientemente categorizadas en apartados como drogas, "rants" (mis favoritas, claro), familia, lo de índole laboral y todo eso, creando una experiencia hoy aseguro incomparable de seguir con detalle la vida y pensamientos de una persona que percibía un salario mínimo, consumía drogas en plan esparcimiento, presentaba un racismo moderado por vivir en una zona mayormente latina pero todo esto presentado sin una "agenda" personal qué impulsar. Hoy por supuesto que podría conseguir encontrar en diez minutos la cuenta en Twitter e Instagram de una persona que trabaje en una salchichonería pero únicamente obtendría el contenido cuidadosamente curado de un usuario que antepone principios modernos de imagen y corrección social por encima de pensamientos auténticos que pueda revelar sin mayores miramientos.

Y es que eso somos ahora. Podría aquí reparar y compartir las razones por las cuales he compartido ese video en Facebook o aquella fotografía en Twitter y existe una razón tristemente innatural que no proviene de un transparente deseo de comunicar algo respecto a mi, sino (y esto en hipotético) causar x reacción en y persona, o empujar (a veces con deprimente ordinarismo) lo que política o socialmente yo considero la verdad™, o lo que el grupo con el que empatizo entiende por correcto. 

Quedan ganas de hablarles de un montón más, pero al final el resumen no cambia nada. Esto es más bien un pequeño paréntesis personal para recordar a Ernesto, a Cina, a Kurt, a Roland, a Maddox, a Absoluto y a un montón más que de corazón duele haberles perdido el rastro, y a quienes con certeza les pienso y les deseo que las cosas hayan ido lo suficientemente bien como para olvidarse de los blogs para siempre.

(Jonathan: releer esto y darle mejor formato, porque le falta).
(Jonathan: ya releí esto la madrugada del 08 de Abril del 2020 y estás muy equivocado. El texto está bien tal y como está)


Tuesday, October 31, 2017

El repensarlo todo.

A manera de aforismos en referencia a la brevedad, pero no pretendiendo sean oraciones cortas en rollo verdad cerrada a discusión, lo siguiente:

Después de cuatro meses de no trabajar, regresar a la vida laboral me deja una sensación picante que apenas a esta edad me hace entender, en apariencia, cuál parte de trabajar es la que me gusta que suceda. Lo quisiera explicar lo más detallado posible hoy 2017 para regresar aquí en 2020 y sentir el calor en el pecho que seguro habré de sentir cuando recuerde que esto lo escribí a tres metros de Aranza mientras ella intentaba leer su Kindle a la vez que encontrar una postura medianamente cómoda para su espalda y cuello con la gracia y ternura de quien es 70% movimientos para acomodarse y 30% leer su aparatito de ya no muy moda.

Estaba entonces en el choque abrupto del razonarlo todo, contra el abandonarse y pensar nada. En cuatro meses que estuve de paro, me enfrenté cada mañana al monstruo enorme que es la no rutina. La libertad diaria de hacer con el día lo que mejor pudiera hacer con él, y a la vez la certeza matutina de que al llegar la noche me lamentaría de no haber hecho nada. Calcularía que de los 120 días que tuve libres, habré dedicado unos 40 a cuestiones que realmente hicieron que valiera la pena, y el resto se lo dediqué a abandonarme a la suerte de lo que el día trajera. Y fue una verdadera lata.

En cambio, ahora que trabajo, las decisiones que debo tomar en comparación con las que tuve que tragar los 120 días anteriores son prácticamente nulas. Tengo un trabajo estable de 8 a 6 con un manualito comodísimo de acción que me lleva a la magnífica reducción diaria de ser sólo una rayita dentro un enorme diagrama de flujo.

Pero volvamos al tema de los 120 días previos de decidir racionalmente qué hacer y cómo hacerlo: mi rutina no existía, pero habían pequeños hitos diarios que delimitaron el resto de las cosas: verte ir, hacer la comida, verte regresar, prender la lavadora e irnos a dormir, y en medio de ellas un montón de mini-decisiones asfixiantes que no exagero cuando digo que dolían: "¿hoy veo a mamá?", "¿camino fuera o hago ejercicios tontos aquí, o no hago nada y ya?", "¿me postulo a este empleo o de todos modos ni iré a entrevista?", "¿veo televisión o juego?", "¿necesito hacer algo diferente por mi, o pronto pasará algo ya?". Que, vistas desde los ojos de alguien que tiene una rutina establecida lucen como las decisiones más sencillas posibles, sin embargo desde adentro de la vida de alguien que no tiene nada qué hacer, eran cuestionamientos internos que dolían. Todos y cada uno dolían jodidamente. Dolían porque tocaba pensar, y ardían después porque al final eran bifurcaciones tan simples que encontrar problema en decidir hacían que uno se sintiera aún más carente de un matiz significante.

Y luego el hoy: la intuición alimentada de la racionalidad. La saludable certeza de que no porque cada acción no sea pensada a consciencia significa que uno actúe de manera irracional. Al contrario: el haber pensado y razonado con tanta regularidad los 120 días previos me desgastaron tanto moral y anímicamente que no puedo no pensar que el vivir una vida así es lo que sí sería irracional.

Esto por si un día se te antoja nuevamente no tener una rutina, Jonathan; yo te recomendaría regresar a este post y que sirva el escrito a manera de listón en la muñeca para que vayas y te compres uno de esos rompecabezas de 5,000 piezas.

(Yo en mi cabeza esto lo iba a escribir en líneas cortas pero al final no vi cómo enlazar nada, pero le dejo el párrafo de arriba dado que nadie debería anunciar cómo va lucir un texto porque al final se ofrece jazz y resulta que uno sólo se sabe reggaetones).









Tuesday, September 19, 2017

No es todo, es algo.

A pesar de lo que está pasando estos días, tengo la certeza de que esto me hará mejor persona, mejor compañía y mejor amigo. Y lo que más quiero es que cuando todo eso llegue a completarse, estés tu ahí para que coseches el fruto de tu paciencia, A.

No es todo lo que quiero escribirte, pero me dio un ataque de ansiedad/insomnio y los pensamientos que me da vueltas todo el tiempo son los que comienzan o terminan con tu nombre.

Te lo dije hace par de días pero quiero que lo sepas de nuevo: eres lo que siempre voy a desear tener cerca. Ojalá yo sea la mitad de lo que mereces tener a un lado.

Friday, June 30, 2017

Me escribo una pared

Hace ya mucho que se fueron las ganas de hilar las palabras de una manera que le hiciera gracia a alguien. Hubo un tiempo en que encontraba muy placentero re-leer los textos e, independientemente si el texto era malo o bueno (que siempre han sido malos, a mis ojos) terminar con la satisfacción de que las líneas sonaran como yo las sentía. Que si me preguntas, el escribir para uno mismo va mucho de eso: que las cosas como sonaban en tu cabeza terminen sonando tan felices o tan graves o tan caústicas como si vinieran de tu misma voz, pero esta vez en texto. Que la sensación de auto-realización llegue a uno del sacar la podredumbre desde muy adentro y que acabe afuera de ti en el mismo orden en que estaba fuera.

Dicho todo lo anterior ahora con una media sonrisa en la cara, porque cada que abres una nueva entrada aquí, una parte de ti te dice "muy bien, Jonathan, ¿cómo hacíamos esto de redactar?", y pues nada. Que la respuesta es que nunca hubo respuesta, pero sí había un empirismo cabronsísimo y unas ganas de asemejar escritos a los de otros que vaya que sí escribían bien. Y me la pasaba leyendo a Kurt, a Ernesto, a Elisa y a Javier diciendo "lo que yo hubiera dado por haber sido educado en una escuela pública española" porque qué bien escribían para tener el oficio y la edad que en aquél entonces, y ¡muy bien! porque en aquellos años leí de absolutamente todo para saber de qué iban.

¿Crees en los ciclos? Hace dos años estabas en una situación ridículamente similar a la de hoy. Misma razón, mismos elementos, diferente vestuario y escenografía. Por lo demás, y si hicieras una recapitulación del todo, es como si deliberadamente hubieras formulado todo para regresar a la casilla cero y tirar otra vez los dados. En aquél año, de 12 posibles habré tenido un 3. Hoy la primer tirada parece un 7 fijo, que de esto no sé nada pero un 7 con dos se siente más el 1 que el 6.

Compostura mental, que no es el fin del mundo ni por mucho y mi mano de cartas tiene unas que me gustaría jugar ya mismo, y otras que quisiera dejar como una muy última opción. Aquí un salto abrupto para anunciarte que hoy te sentías el peor de todos: el peor hijo que no visitaría a su madre pero sabe cuánto le hará llorar luego el no haberlo hecho, el peor hijo que le dio una puta vacación en forma en diez años, el peor hermano que sigue postergando la compra de una lámpara que su hermano ya le dijo que iba a pagar pero es que qué rabia y qué pereza suspender tu importante sesión de ludopatía auto-indulgente de la chingada para hacer algo útil por tu propia familia. Aún no acabo: la peor pareja que ve cómo su novia sale a trabajar todos los días mientras uno desperdicia el día viendo cualquier estupidez (o escribiéndola!) y no puede crear cuatro horas seguidas de confort para la persona que ama. El peor vecino que no mete el bote de basura porque haberlo sacado ya es suficiente colaboración con el tema de la ecología y el peor dueño de un gato que se enoja con él por haberle tirado el café en el piso pero que en el fondo desearía que hubiera sido coca-cola para que el mismo gato lo hubiera bebido del suelo y no tener que ir por un trapo. El peor hacia sí mismo porque a pesar de la revisión rápida que le indica que este párrafo ya es muy grande para continuarlo no tiene el ánimo de encontrar en dónde darle dos enters y hacerlo dos párrafos. No, ya tienes este párrafo hecho un desastre y puedes seguirlo usando sin necesidad de corregirlo porque, hombre, ya está hecho una mierda tal y como está así que qué de malo hay en aceptar que ya no tiene arreglo sino incluirle otras cuantas decenas de palabras más, que al final mucho mejor si arruinas un sólo párrafo y no dos, porque cuál es el punto de reparar en lo hecho y volverlo a hacer bien, si esto nadie lo lee y puedes emplear aquí los malos hábitos de apilar errores que tienes en la vida misma.

Estabas viendo hacia el futuro, a ratos. Ayer mientras elegías cuál cereal (que al final decidiste ninguno) llevar, pensabas que entre la muerte de tu madre, la de Renato, el embrollo de la casa, la calvicie que no logras retrasar y la eventual/inevitable partida de Aranza te vienen unos cinco añitos que tienes ganas de vivir para ver cómo son, pero que agradecerías ahorrártelos de a una. A veces te subes a la elíptica del gimnasio y sientes que el corazón se va a detener y lo haces seguir funcionando únicamente porque sería una vergüenza la nota al día siguiente. Igual el desenfado que viene con la vejez hará que un día te dejes de reservar tanto y te mueras en la fila del súper.

Entre tanto un recordatorio, Jonathan. Tus posibilidades de sacarlo todo adelante únicamente son ensombrecidas por tu virtuosa capacidad de dramatizar el problema antes que deje de serlo. Besito.







Friday, June 16, 2017

Junio

Mitad del año y únicamente tres entradas. Vaya manera de olvidarse de los básicos, Jonathan.

Un resumen corto de los primeros 6 meses:

¿Recuerdas que has mencionado en tus propósitos de año nuevo lo de volverte gerente y todo eso? Bueno, pues te han ofrecido el puesto de gerente apenas días después de que lo dejaste por escrito y pum, perdiste 6 meses hundido en un horario siniestro que te provocaba una desesperanza peor que la de no tener un horario. Eso sí: seguro de gastos médicos y oficina con baño privado para llorar a tus anchas la desdicha de abandonar el resto de las cosas.
Al final, un conglomerado de acontecimientos huequísimos que muy bien me vendría que no ocuparan mucho espacio en la memoria una vez que logre mi cometido de reiniciar.

Anoche mismo una vez más he soñado con el ex-trabajo. Soñaba que aceptaba regresar con ellos y que tenía que estar en la oficina a las 8am. Al despertar a las 7:05, me ha costado un montón convencerme que de los compromisos hechos con las personas durante la etapa del sueño normalmente no se espera el mismo grado de honra cabal para ir a cumplirlos.

Pero el punto es que una vez cumplidos seis meses y habiendo reunida una saludable cantidad de dinero, has dicho ya no más y metido tus cosas a la cajuela del carro y partido a casa con el vox nihili de no tener nada real en puerta, excepto las ganas enormes de desintoxicarse.

Y en esa etapa estás ahora.

De lo demás es un momento duro para escribir. Hay ciertos signos en el cielo que puedo seguir sin voltear a ver, de momento.