Monday, May 1, 2017

El efecto hemodinámico

Anoche hablaba con la boca muy junta a tu cabeza y te giraste para ver qué pasaba con mi cara, y es que en realidad no ibas a poder escuchar nada porque no estaba hablando para los dos. Estaba haciendo un repaso mental dándote las gracias por las cosas que son memorables desde que sucedieron y de las que ya no hablamos mucho ahora que siempre dormimos donde mismo, y casi siempre juntos.

Te estaba dando gracias por los días en que a pesar del problema que sería en tu casa, decidías quedarte 15 minutos más conmigo para seguir platicando. Por los primeros abrazos apenas días después de platicar de la dificultad de los gestos públicos de afecto. Te decía que muchas gracias por bajar la guardia y dejarte besar las mejillas cuando hola y cuando hasta mañana.

De ese horrible primer sábado de Marzo del año pasado del que una vez dijiste que lo positivo es que yo estuve ahí para ti, pero lo que en serio vale es que tu me hayas permitido estar. Gracias porque ese día rompiste con el compartir lo bueno y me diste cabida también cuando lo malo. El mes pasado fue un año de aquello y todavía me faltan horas para abrazarte la cabeza y sentarme a un lado para decirte que fuiste la mejor mamá y que hoy Gato es estúpidamente feliz por ello.

(Cuando vienen los días malos volteo a ver a Gato y pienso en cómo voy a explicarle cuando ya no estés tu, y si podré reflejar la mitad del cariño que tu le muestras para que no note tanto la diferencia)

Gracias por comerte lo que cocino. Siempre sé que está fatal y que algo se quemó o algo no terminó de cocerse. O incluso veces que de algún modo combino ambas y las papas no se cocieron pero la carne sí se quemó.
Gracias por hornear cosas, y gracias especialmente por la noche de Navidad que horneamos lasagna, cantamos, bebimos y bailamos. Nunca tuve una Navidad más feliz, y sólo tuviste que estar en una para crearla así.
Gracias por la vez que me vendaste los pies en San Miguel para seguir caminando. Creo que deberías volver, pero también creo que deberías volver conmigo.
Gracias por el 14 de Febrero que nos sentamos en una piedra enorme que se desgajaba debajo de nuestros zapatos y que dedicamos a platicar para olvidarnos que era 14 de Febrero y había que hacer algo. Desde entonces no estábamos solos y éramos medianamente conscientes de que estábamos para el otro.
Gracias por la vez que perdimos tus lentes como 12 horas. Gracias por ser tan fuerte y tan madura para afrontar todo lo que hemos vivido; desde las cosas bobas como bañarnos con agua fría por un bnb malo, hasta trabajar como 14 horas seguidas sin haber dormido bien porque no te dejé dormir la noche anterior.

Gracias por compartir los temas. Por abrirte y permitir abrirme y no dejar palabras a medias cuando tocó hablar de lo que pasó en nuestras casas cuando teníamos ocho años. Porque cuando he dicho que esta vida ha sido dura desde el kínder, supe que tu por dentro te decías un "sé de qué hablas" asintiendo con la cabeza.

Voy a interrumpir escribir porque me acabas de decir que vaya a comer a casa aunque ninguno tenga hambre. Por favor, no olvides que lo nuestro desde el inicio era ver la manera de estar y estar y estar y estar, tanto tiempo como pudiésemos.