Friday, June 30, 2017

Me escribo una pared

Hace ya mucho que se fueron las ganas de hilar las palabras de una manera que le hiciera gracia a alguien. Hubo un tiempo en que encontraba muy placentero re-leer los textos e, independientemente si el texto era malo o bueno (que siempre han sido malos, a mis ojos) terminar con la satisfacción de que las líneas sonaran como yo las sentía. Que si me preguntas, el escribir para uno mismo va mucho de eso: que las cosas como sonaban en tu cabeza terminen sonando tan felices o tan graves o tan caústicas como si vinieran de tu misma voz, pero esta vez en texto. Que la sensación de auto-realización llegue a uno del sacar la podredumbre desde muy adentro y que acabe afuera de ti en el mismo orden en que estaba fuera.

Dicho todo lo anterior ahora con una media sonrisa en la cara, porque cada que abres una nueva entrada aquí, una parte de ti te dice "muy bien, Jonathan, ¿cómo hacíamos esto de redactar?", y pues nada. Que la respuesta es que nunca hubo respuesta, pero sí había un empirismo cabronsísimo y unas ganas de asemejar escritos a los de otros que vaya que sí escribían bien. Y me la pasaba leyendo a Kurt, a Ernesto, a Elisa y a Javier diciendo "lo que yo hubiera dado por haber sido educado en una escuela pública española" porque qué bien escribían para tener el oficio y la edad que en aquél entonces, y ¡muy bien! porque en aquellos años leí de absolutamente todo para saber de qué iban.

¿Crees en los ciclos? Hace dos años estabas en una situación ridículamente similar a la de hoy. Misma razón, mismos elementos, diferente vestuario y escenografía. Por lo demás, y si hicieras una recapitulación del todo, es como si deliberadamente hubieras formulado todo para regresar a la casilla cero y tirar otra vez los dados. En aquél año, de 12 posibles habré tenido un 3. Hoy la primer tirada parece un 7 fijo, que de esto no sé nada pero un 7 con dos se siente más el 1 que el 6.

Compostura mental, que no es el fin del mundo ni por mucho y mi mano de cartas tiene unas que me gustaría jugar ya mismo, y otras que quisiera dejar como una muy última opción. Aquí un salto abrupto para anunciarte que hoy te sentías el peor de todos: el peor hijo que no visitaría a su madre pero sabe cuánto le hará llorar luego el no haberlo hecho, el peor hijo que le dio una puta vacación en forma en diez años, el peor hermano que sigue postergando la compra de una lámpara que su hermano ya le dijo que iba a pagar pero es que qué rabia y qué pereza suspender tu importante sesión de ludopatía auto-indulgente de la chingada para hacer algo útil por tu propia familia. Aún no acabo: la peor pareja que ve cómo su novia sale a trabajar todos los días mientras uno desperdicia el día viendo cualquier estupidez (o escribiéndola!) y no puede crear cuatro horas seguidas de confort para la persona que ama. El peor vecino que no mete el bote de basura porque haberlo sacado ya es suficiente colaboración con el tema de la ecología y el peor dueño de un gato que se enoja con él por haberle tirado el café en el piso pero que en el fondo desearía que hubiera sido coca-cola para que el mismo gato lo hubiera bebido del suelo y no tener que ir por un trapo. El peor hacia sí mismo porque a pesar de la revisión rápida que le indica que este párrafo ya es muy grande para continuarlo no tiene el ánimo de encontrar en dónde darle dos enters y hacerlo dos párrafos. No, ya tienes este párrafo hecho un desastre y puedes seguirlo usando sin necesidad de corregirlo porque, hombre, ya está hecho una mierda tal y como está así que qué de malo hay en aceptar que ya no tiene arreglo sino incluirle otras cuantas decenas de palabras más, que al final mucho mejor si arruinas un sólo párrafo y no dos, porque cuál es el punto de reparar en lo hecho y volverlo a hacer bien, si esto nadie lo lee y puedes emplear aquí los malos hábitos de apilar errores que tienes en la vida misma.

Estabas viendo hacia el futuro, a ratos. Ayer mientras elegías cuál cereal (que al final decidiste ninguno) llevar, pensabas que entre la muerte de tu madre, la de Renato, el embrollo de la casa, la calvicie que no logras retrasar y la eventual/inevitable partida de Aranza te vienen unos cinco añitos que tienes ganas de vivir para ver cómo son, pero que agradecerías ahorrártelos de a una. A veces te subes a la elíptica del gimnasio y sientes que el corazón se va a detener y lo haces seguir funcionando únicamente porque sería una vergüenza la nota al día siguiente. Igual el desenfado que viene con la vejez hará que un día te dejes de reservar tanto y te mueras en la fila del súper.

Entre tanto un recordatorio, Jonathan. Tus posibilidades de sacarlo todo adelante únicamente son ensombrecidas por tu virtuosa capacidad de dramatizar el problema antes que deje de serlo. Besito.







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