En mi casa tengo un ajedrez que no es mío; también tengo dos libros, una pluma, una manta, ropa diversa y cuestiones así. Son artículos de personas que alguna vez tuvieron una importancia muy grande en mi vida -o que aún la tienen- pero que por algun motivo ya no pertenecen aquí.
Muchas de esas cosas las tengo, honestamente, a la vista. No hay alguna razón en particular para no guardarlas en una caja o botarlas a la basura, pero prefiero quedármelas. No me traen ninguna sensación placentera: mas bien un profundo nada que no puedo describir. Cuando me hacen sentir esa nada, en realidad me pregunto qué sentirán esas personas cuando ven las cosas mías que se quedaron: mi ropa, mis libros, mis cuadernos, mis fotos, mis discos. Creo que allí radica mi preocupación real: en el cómo me recordarán en algunos años.
En el transcurso de una vida conocemos un puñado de personas con rasgos de genialidad. No entiendo cómo es que vivimos satisfechos cuando perdemos contacto con esas personas.
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