A futuro, lo que probablemente deberías tener interés de reprocharte es haber permitido un modo de vida que ni siquiera diera tiempo para escribirle una nota. Mucho menos la tranquilidad -hoy muy lejana- de sentarte a redactar sin importar cuánto tiempo tome.
Lo anterior porque esto se escribe con una media hora de tiempo y bajo la interrupción incesante de un alma juvenil que cumple años y no conoce de silencios o desear tiempo a solas.
Qué culpa tiene la pobre. A esa edad, ¡qué imbécil se puede ser impunemente!.
Cómo quisiera que se largara.
El entendido de que no hay nada realmente nuevo, o nada que represente sorpresa. Lo negativo de hoy no es otra cosa que lo negativo de hace años, pero recubierto en particularidades que lo vuelven superficialmente diferente. Son los mismos temitas, la misma razón de girar los ojos y la misma conclusión agridulce con fecha de expiración y gustillo a cosas rancias.
Lo que llamas positivo proviene de fuentes que no conoces, pero que deriva en sensaciones que sí que conoces, pero que te esfuerzas por considerar inexploradas aunque se resuman en lo mismo: tranquilidad, afinidad, dos risas y un "yo también".
O quizás no. Quizás todo es realmente muy bueno, pero esto de ser optimista provoca que el caer sea un ejercicio de dos tiempos. Uno donde caes lo que los demás, y el otro donde caes aún más bajo por hacerte el gracioso yendo innecesariamente de optimista.
Es para llorar, huidobrizando a medias, que busquemos luz y dicha en una noche que sólo se convierte en fantasma.
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