Hoy era un día perfecto para dejar aquí algo muy bueno, porque muy buenas han sido las últimas cuatro semanas (y los últimos cuatro meses), pero se te ocurrió encender la computadora y revisar el backup de fotografías del año pasado.
En resumen, y sin necesidad de que esto lo recuerdes más adelante (que probablemente de todos modos lo harás), te han corrido las lágrimas y no han sido pocas. Has pensado en escribirle y todo eso que uno hace más pensando en sí mismo y no en los demás. No le extrañas pero nuevamente te has sentido victimario. Sí: la certeza de que ella hizo lo que debía hacer desde la perspectiva de quien ama sin guardarse nada, y la certeza que uno hizo la mitad de lo que correspondía hacerse porque se estaba con la mente ocupada en 1995. ¿Porqué, Jonathan?
Al final, y gracias a la práctica de décadas, tecleas esto mientras veías varios objetos, varios rincones de la habitación porque en esta parte de la casa nunca entró ella y por ende, si cierras las fotografías, ella nuevamente deja de existir.
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A ti que lees: estoy profundamente agradecido con que estés, y profundamente comprometido con arreglar de última hora las cuestiones que no resolví antes para que lo que hemos hablado en los últimos días funcione para ambos. Gracias porque, siendo las 17:02, sé que viéndote a las 18:00 todo vuelve a ser ciega felicidad que adormece todo lo demás..
(Esta entrada ni por mucho estaba terminada, pero te ha entrado un ánimo lamentable a las 17:10 y decides que agregar después o dejarlo así ya, vale mucho más que seguir probando cuáles fibras siguen sensibles. No has borrado las fotos porque no reuniste la fuerza).
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